
El trabajo no remunerado es un pilar fundamental de la economía, y en muchos casos, compensa la falta de inversión pública en servicios sociales e infraestructura. Según ONU Mujeres, se estima que el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado representa entre un 10% y un 39% del Producto Interno Bruto (PIB)
A nivel mundial, las mujeres dedican 3.2 veces más tiempo que los hombres al trabajo de cuidado no remunerado. En total, representan el 76.2% de este tipo de trabajo, lo que revela una profunda desigualdad. Esta sobrecarga de tareas invisibles afecta directamente su participación en el mercado laboral, limitando sus oportunidades económicas y profesionales. El trabajo doméstico y del cuidado no remunerado incluye actividades esenciales para el funcionamiento de la sociedad, como el cuidado de niños, personas mayores, enfermos o con discapacidad, y tareas domésticas como la limpieza, cocina y lavado de ropa, entre otras.
En América Latina, las mujeres dedican entre 6.3 y 29.5 horas semanales más que los hombres a trabajos no remunerados. Esta carga adicional perpetúa ciclos de desigualdad y limita las oportunidades de las mujeres
Nota* Los datos de cada país tienen diferentes intervalos de tiempo.
El desequilibrio de los cuidados: un problema estructural
La OIT ha estimado que se necesitarían 199 millones de puestos de trabajo a tiempo completo para cubrir todo el trabajo no remunerado que se realiza actualmente en los hogares a nivel mundial. Esta cifra revela la magnitud de la contribución no reconocida que sostiene la economía global. Otros datos que permiten visualizar la brecha son:
- La participación laboral femenina sigue siendo significativamente menor que la masculina en todos los países de la región.
- La maternidad actúa como una limitante adicional: aproximadamente el 60% de las mujeres en hogares con niñas y niños menores de 15 años declara no participar en el mercado laboral por atender responsabilidades familiares.
- Al sumar trabajo remunerado y no remunerado, las mujeres trabajan entre 2.4 y 20.8 horas semanales más que los hombres.
Un problema con raíces socioeconómicas
La forma en que se organizan los cuidados varía significativamente según el nivel socioeconómico. Las familias con mayores recursos pueden contratar servicios de cuidado en el mercado, mientras que aquellas con menores ingresos enfrentan un dilema imposible: o las mujeres renuncian a la posibilidad de insertarse laboralmente para dedicarse al cuidado, o destinan una proporción insostenible de sus ingresos a costear estos servicios.
Este fenómeno profundiza las desigualdades socioeconómicas, ya que las mujeres de hogares más pobres tienen mayores dificultades para ingresar al mercado laboral, lo que a su vez limita sus posibilidades de generar ingresos propios y alcanzar autonomía económica.
Hacia una distribución más justa
Es necesario repensar la organización del cuidado, reconociéndolo como una responsabilidad social y no solo privada o del ámbito familiar. Para ello, se deben implementar políticas públicas que ofrezcan cuidados accesibles y de calidad, promover la corresponsabilidad entre hombres y mujeres, y visibilizar y valorar el trabajo no remunerado. Además, es esencial que existan licencias parentales igualitarias para compartir las tareas de cuidado. Reconocer y distribuir equitativamente estas responsabilidades es clave para lograr sociedades más justas. Según la OIT, de seguir las tendencias actuales, la brecha de género en el tiempo dedicado al trabajo no remunerado no se cerrará hasta el año 2228.
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Fuentes:
OIT. (2024) Las personas trabajadoras de América Latina con responsabilidades de cuidados: Una mirada regional al Convenio núm. 156